viernes, 14 de marzo de 2014

CAPITULO 31



Sara pasó todo el camino en el taxi lamiendo su cuello y agarrando la cresta dura de sus vaqueros. Supo que tenía a una chica extraña en sus manos. La idea lo hizo al mismo tiempo delirantemente feliz y nervioso ya que lo último que quería era herir a Paula. Le advirtió a Sara que tenía a alguien quedándose con él en ese momento, y que iban a tener que ser extra silenciosos. Mientras mordisqueaba su oreja, y lamía su cuello, dijo que no tenía ningún problema.
Se tambalearon desde el taxi hasta la escalera, besándose y tocándose el uno al otro mientras avanzaban.
—Recuerda, extra silenciosa —le recordó cuando le quitó el seguro a la puerta.
En vez de responder, Sara llevó su mano al frente de sus vaqueros y le dio un suave apretón. Cerró los ojos, imaginándose brevemente que era la mano de Paula apretándolo. Sus ojos se abrieron de golpe. ¿De dónde había venido ese pensamiento? Nunca iba a estar con Paula. No de esa manera. Retiró la mano de Sara de sus pantalones y le pidió que esperara en la cocina.
La sala de estar estaba vacía, lo que significaba que Paula se había ido a la cama, pero no tenía idea si eso quería decir la suya o la de él. La puerta de la habitación de huéspedes estaba cerrada. Siguió derecho a su propia habitación. Se encontraba vacía. Dejó salir un pequeño suspiro de alivio. Dios, estaba tan desesperado pensando en que Paula se enterara de esto, y se preguntó si debía sólo sacar a Sara antes de que todo le estallara en el rostro. Pero cuando se dio la vuelta, Sara ya se encontraba de pie en el umbral de su dormitorio.
—¿No ibas a empezar sin mí, cierto? —Sonrió y caminó hacia él.
Tragó saliva y observó su cuerpo delgado y esbelto cruzar la habitación. Estaría mintiendo si dijera que no quería esto. Su polla ya estaba tirante contra sus vaqueros. Sólo que no sabía si era por la idea de que Paula los descubriera o porque las largas piernas de Sara se enroscaría en un cintura.
Cerró la puerta detrás suyo, apagó las luces y lo empujó hacia la cama. Su espalda golpeó el colchón con un ruido sordo. Sara se puso a horcajadas y le quitó la camisa. Tal vez podía hacer esto rápido y sacarla del apartamento.Pedro pasó por el juego previo más rápido de lo que le gustaba. —¿Estás lista para mí? —preguntó, rozando su cuello con besos.
Usualmente se aseguraba de que la chica se viniera al menos una vez, para que estuviera agradable y húmedo antes de que se hundiera en ella. Pero algo le decía que a Sara no le importaría saltar al evento principal. Se quitó las bragas y se dio placer a si misma mientras él miraba, después trajo sus dedos a su boca. Él abrió obedientemente. —Ves, ya estoy mojada —susurró ella.
Bien, sigamos adelante. Escuchando a su monólogo interno era como tener un ángel en un hombro, y un diablo en el otro. La mitad de él quería follarla hasta dejarla sin sentido, perderse a sí mismo en el placer, y la otra mitad deseaba nunca haberla traído a casa para poder acurrucarse con Paula. Pero Dios, no era como si él y Paula estuvieran en una relación. Podía tener citas con otras mujeres. ¿Pero dormir con ellas en el apartamento que compartía con Paula? Esa parte era cuestionable.
Pedro cogió un condón del cajón en su mesa de noche y se lo pasó a Sara. —Pónmelo. —rugió.
Sara siguió las instrucciones, abriendo con los dientes el paquete, y plantando un beso en la cabeza de su polla antes de rodar el condón hacia la base de su longitud. La levantó debajo de sus brazos y la alzó por encima de él para que estuviera a horcajadas en su regazo. Después envolvió sus brazos detrás su cabeza y le sonrió con una mueca desafiante. Tenía el presentimiento de que podía doblarla como a un pretzel, con ella siendo instructora de yoga y todo, pero de algún modo la idea no tenía ningún atractivo. Podía deducir que Sara era el tipo de chica que le gustaba estar a cargo, que estaría feliz de montarlo hasta que ambos se vinieran.
Se sentó lentamente sobre su longitud, echando la cabeza hacia atrás en éxtasis mientras desaparecía en su interior. Sara aumentó su velocidad, alternando entre rodar sus caderas y rebotando contra él. Dejó escapar gemidos y gruñidos entrecortados cada vez que dio en el lugar correcto. A medida que su velocidad aumenta, aumenta su volumen. —Si… justo ahí… justo ahí… —gimió ella.
Pedro plantó la palma de su mano en la boca de Sara —Shh. —Mantuvo su mano asegurada en sus labios mientras ella se movía contra él. No era consciente de su mano, y continuó montándolo. Después de unos pocos minutos, Pedro abrió los ojos para ver si Sara estaba cerca de terminar. Como el infierno que él no lo estaba. No sabía por qué, pero algo no se sentía bien. Simplemente no podía concentrase en el momento. Pedro se dio cuenta que la habitación no estaba tan oscura como antes, y sus ojos fueron de la forma en que Sara se retorcía a la puerta de su dormitorio, que ahora se encontraba parcialmente abierta. ¿Cómo demonios pasó eso? Una luz proveniente del pasillo inundaba la entrada de su cuarto. Levantando la cabeza de la almohada, vio a Paula de pie en la entrada mirándolos.
Santa mierda.

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