miércoles, 5 de marzo de 2014
CAPITULO 10
Paula insistió en que podía caminar sola, pero Pedro aseguró un brazo alrededor de su cintura y la ayudó a entrar. Luego dejó las llaves en la mesa, todavía sosteniéndola.
Sabía que no debería llevarla ahí. Dios, Roberto y los chicos tendrían un maldito día de campo con esto. Aunque él muchas veces llevó el trabajo a casa, esto era muy diferente.
Ella podía quedarse en su cuarto de invitados esta noche, ya mañana podría llevarla a otra casa segura. Pero por el momento, . solo buscaba que se sintiera tranquila. Si se necesitaba colocar una cerradura más grande en la puerta de su habitación para hacerla sentir segura, así lo haría. Podría darle algo de gas pimienta también.
Pedro tomó una respiración profunda, tratando de calmar sus nervios. El pánico que tenía en su voz cuando lo llamó, lo tenía preguntándose qué había pasado exactamente una vez que él se fue, pero no quería presionarla. Tenía una buena idea por el coordinador que probablemente ella tenía pánico de estar sola. Si el modo de vida en el recinto era alguna evidencia, había crecido rodeada de gente en todo momento. Tenía casi decidido llevar a Paula a salvo en su cama y olvidarse del protocolo.
Ella movía sus ojos alrededor de su apartamento, parecía disfrutar de su entorno. —Ven. —La guió a través del corredor—. Vamos a limpiarte.
Pasó por el baño de invitados, sabiendo que no estaba equipado con lo que necesitaba. En su habitación, ella se detuvo brevemente, sus pies deteniéndose en el umbral, los ojos fijos en la enorme cama. —Está bien —Insistió—. Solo vamos al baño principal.
Sus ojos se movieron a la puerta abierta a través de la habitación y asintió, permitiéndole que la lleve. Los músculos de su cara se tensaron, pero sus pies comenzaron a moverse de nuevo.
Él prendió la luz y maldijo su falta de limpieza. Varias botellas y jarras llenas del mostrador —crema de afeitar, loción para después de afeitarse, desodorante, pasta dental— todo a su alcance ya que se preparaba para el trabajo en piloto automático. Limpió un lugar en el mostrador tirándolo todo dentro de un cajón y después colocó a Paula en el mostrador, delante de él.
El mojó un paño y cuidadosamente le limpió la cara, frotando los rastros de sangre seca.
Su pecho se alzaba y caía con cada respiración superficial y sus grandes ojos verdes observaban cada movimiento que él hacía. Eran inquisitivos y brillaban con determinación. Se sintió atraído hacia ella, queriendo descubrir todo lo que pudiera acerca de esta misteriosa, hermosa chica que creció en un culto, ella se froto sus manos sobre sus brazos en un esfuerzo por calmarse y recobrar un poco de control de la situación. Él pudo sentir la desesperación que sentía, su perspectiva parecía bastante deprimente. Se esforzó en encontrar palabras para tranquilizarla, para calmarla, pero se quedó corto y en su lugar siguió en silencio limpiando sus heridas lo mejor que pudo,
Una vez que estuvo limpia. Le aplico bálsamo con pequeños toques y un hisopo.
—¿Cómo es que sabes hacer esto? —preguntó.
Sus ojos se fijaron rápidamente en los de ella. Se encontraban tan cerca que él podía inclinarse y besarla. —¿Hmm? Ciertamente me han golpeado antes. No es gran cosa. Estarás como nueva en unos días. —Frunció el ceño.
—¿Golpeado? ¿Por qué tu trabajo es peligroso?
Él tapo el bálsamo y consideró su pregunta. —Sí, a veces, otras veces no, pero de hecho pensaba en mi adolescencia. Yo era un poco problemático. Mis papás me mandaron a una escuela militar en mis últimos dos años de escuela secundaria.
—Oh. —Los ojos de ella eran grandes e inquisitivos, como si quisiera preguntar más, pero en lugar de eso se miró las manos—. ¿Cuántos años tienes?
—Veintisiete —contestó. Muy viejo para ti.
Los ojos de él captaron su reflejo en el espejo y la expresión seria en su rostro lo distrajo, su frente lucía concentrada y su boca en una fina línea. Hizo su mejor esfuerzo por relajar sus hombros, sabiendo que necesitaba estar calmado si es que quería que Paula se relajara.
Unos latidos después, ella se relajó, su respiración se suavizó, y sus manos se desenroscan en su regazo. Sus rasgos eran enteramente femeninos. Desde su larga cabellera negra que se riza en las puntas, sus almendrados ojos rodeados de obscuras pestañas, hasta su delicada y suave piel. Paula era una belleza natural.
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