jueves, 13 de marzo de 2014

CAPITULO 29


—¿Esto es todo? ¿Esto es todo lo que conseguiste? —Pedro andaba entre la media docena de bolsas de compras que cubrían la entrada de su apartamento.
—Te lo dije. —Carolina miró satisfactoriamente a Paula.
Paula se acercó a Pedro y lo rodeó por la cintura, aspirando el aire de sus pulmones, más por la sorpresa que otra cosa. —Gracias.
—No hay de qué. —Le palmeó la espalda cuidadosamente mientras Carolina los inspeccionaba.
Paula fue a su habitación, agarrando varias de las bolsas.
—¿Tuvieron oportunidad de hablar? —preguntó Pedro a su hermana.
Carolina asintió, dándole la última de las bolsas. —Sí, ella es una chica muy agradable. A pesar de su educación, es sorprendentemente normal. Es inteligente.
Estuvo de acuerdo, asomándose en una bolsa de color rosa llena de bragas. Vaya. Sus ojos se clavaron en los de Carolina, esperando que su deseo no se reflejara en sus ojos. —Sí, gracias por llevarla.
Paula regresó, trayendo a Renata en su cadera. —Gracias por lo de hoy. A ambos. —Paula sonrió.
—¡Oh! ¿Y adivinen qué? —preguntó Carolina, mirando a Pedro—. Nos encontramos con Patricio fuera, ¿y adivina qué? ¡Paula va a tener su primera cita! —gritó Carolina.
Paula miró a Pedro con nerviosismo, como si se preparara para su respuesta.
Maldita entrometida de Carolina que había ido demasiado lejos esta vez. Demasiado jodidamente lejos. —No —ladró. Volvió a zancadas a su dormitorio.
Oyó a Carolina decirle a Paula que ella lo arreglaría y lo siguió por el pasillo. Pedro no se molestó en cerrar la puerta de su dormitorio, sabiendo que Carolina la golpearía y exigiría que la dejase entrar, o llevaría la conversación a través de la puerta, probablemente lo suficientemente fuerte para que los vecinos escucharan.
Oyó la puerta abrirse cuando se deslizaba detrás de él, pero Pedro permaneció frente a la ventana, mirando el tráfico de abajo. Ni siquiera quería pensar en Paula teniendo citas. —No está lista para eso, Caro. Tienes que dejar de interferir. No todo el mundo quiere salir todo el maldito tiempo. Sólo porque tienes más de treinta y estás soltera, y miserablemente sola, no significa que todos los demás también. Cristo... —Se pasó las manos por el pelo, tirándolo en ángulos opuestos y lanzó un profundo suspiro.
Cuando se dio la vuelta y miró a Carolina, su expresión se suavizó. Maldición, su labio temblaba.
—Intentaba ayudar. Tiene diecinueve años y pronto tendrá veinte, Pedro. Ella quiere salir. Quiere ser normal. Me lo dijo.
—¿Quiere salir?
—Sí. Tal vez es hora de que dejes de tratarla como si fuera una niña enferma, y permitirle que despliegue sus alas un poco. Es joven y ha sido herida, pero no es estúpida.
Carajo. Carolina había pasado una tarde con Paula y ya sabía más de ella de lo que él lo hacía. Miró a Carolina y vio el dolor en sus ojos. Sólo había estado tratando de ayudar, y él la lastimó. —Oye, lamento lo que dije. Sabes que cualquier hombre sería afortunado de tenerte.
Carolina respiró profundamente y cuadró los hombros. —Esto no es sobre mí. Dime por qué reaccionaste así al saber que Paula va a tener una cita.
—No lo sé.
Dio un paso más cerca. —Yo creo que sí. ¿Es porque no te gusta la idea de que otro tipo esté con Paula?
Pedro se pasó una mano por la mandíbula. —No quiero que la manosee. Ella no sabría qué hacer, cómo protegerse a sí misma.
Pedro—lo reprendió—. Es una persona adulta. Puede cuidarse sola. Pero si estás tan preocupado, ve con ellos.
Se rio. —¿Cómo un acompañante?
—No, idiota. —Le dio un manotazo en el hombro—. ¿No es la madre de Patricio esa roba-cunas que te quiere?
Asintió. No se puede negar que la mujer había estado tras él desde que se mudó hace tres años.
—Entonces, haces una cita doble. Tú y la roba-cunas, y Patricio y Paula. Será una buena práctica para ella, algo normal que puede hacer, y estarás cerca en caso de que se pase de la raya.
Sonrió a su hermana. —¿Y quién me va a proteger cuando la roba-cunas se pase de la raya conmigo?
Ella se echó a reír. —Tengo la sensación de que lo puedes manejar. Además, tal vez incluso se diviertan.Supuso que podría funcionar. Sólo había un pequeño problema. No le gustaba la idea de no ser el primero en llevar a Paula a una cita. Por lo menos estaría ahí para ella. Un compromiso con el que suponía podía vivir.

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