martes, 25 de marzo de 2014
CAPITULO 55
La boca de Pedro se sentía bien. Demasiado bien. Paula se perdió en el placer, la sensación. Su cerebro tratando de ceder al control de su cuerpo.
Una serie de golpes fuertes sonó en la puerta. —Um, ¿Pedro? —La voz apagada de Carolina llegó desde el pasillo.
¡Mierda!
Pedro levantó su cabeza. —Estamos ocupados —dijo.
Los ojos de Paula se dirigieron a la perilla de la puerta, tratando de recordar si la habían bloqueado, no es que esperaba que Carolina entrara e interrumpiera. Pero Dios, no podía imaginar algo más vergonzoso. Sus pantalones se hallaban por sus tobillos y la cara de Pedro sepultada… pues, en algún lugar bueno.
Carolina volvió a tocar, esta vez con más insistencia. —Me alegra saber que estás… compuesto… y no me importa que estés borracho en mi apartamento. Sin embargo, me importa que estés follando lo suficientemente fuerte como para despertar la mitad de mi edificio. Vamos, los llevaré a casa —llamó.
El calor ardía en sus mejillas. Mierda. ¿Había sido demasiado ruidosa?
—Solo danos unos minutos más —gruñó Pedro.
Paula se movió para levantarse, tratando de arreglar su ropa, pero Pedro la mantuvo en el lugar. —Quédate.
Sus ojos buscaron los suyos. —No podemos… tenemos que irnos.
Negó con la cabeza y se inclinó para mordisquearle el interior del muslo. —Lo haremos. Pero quiero hacerte venir primero —susurró. Su aliento se precipitó sobre su base, y una oleada de humedad subió entre sus piernas.
—Pedro… —suplicó, entrecortadamente.
—Shh. —Movió sus bragas a un lado una vez más por lo que su hinchada carne rosada estaba en plena exhibición—. Déjame terminar de cuidarte, luego nos vamos. —Su boca cubrió su piel sensible y comenzó a comer con avidez, lamiendo y chupando hasta que se retorcía otra vez. Gruñó en voz alta y la mano de Pedro se acercó y le tapó la boca, sus ojos observando su reacción cuando su boca ávida continuaba.
Estuvo a punto de deslizarse de la silla de cuero, pero la presión de la cara de Pedro entre sus piernas la mantuvo en su lugar. Parecía sentirse avergonzada, abrumada por su dominio, pero en lugar de eso sólo se sentía amada. Increíblemente apreciada y amada. Y al parecer deliciosa.
Se centró en su carne sensible, encontró un ritmo que destruyó todos los pensamientos que tenía de Carolina esperando al otro lado de la puerta.
Se vino fuerte y rápido, sus caderas levantándose de la silla, sus manos desordenando el pelo de Pedro.
Su cuerpo se estremeció con violencia por su liberación y cuando abrió los ojos, se sorprendió al encontrarse en los brazos de Pedro. La había levantado de la silla y la sujetaba contra su cuerpo, sus pies colgaban varios centímetros del suelo. Besó su boca y sabía a su propia excitación, a licor y a Pedro. Sus ojos se cerraron con la saciada satisfacción.
La dejó deslizarse por su cuerpo hasta que sus pies llegaron al suelo. Pedro tomó su cara entre las manos, presionando un beso final en su boca. —Te amo.
—Te amo también. —Se sentía tan bien finalmente decírselo, y aún mejor oírle decir esas palabras.
—¿Puedo llevarte a casa?
Casa. La palabra rodó fácilmente de su lengua y la hizo sentir aún más completa y feliz de lo que creía posible.
De repente se dio cuenta del gran bulto en sus pantalones, ella le hizo un gesto a su regazo. —¿Qué hay de ti?
Hizo una mueca mientras ajustaba su erección. —Viviré.
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