lunes, 24 de marzo de 2014
CAPITULO 54
—¿Qué mierda hiciste? —chilló la voz de Carolina desde el teléfono mientras él se sentaba en el bar.
—¿De qué estás hablando? —En el estado de embriaguez de Pedro, le tomó un segundo comprender el enojo en su voz. Oh. Mierda.
Su voz se convirtió en un susurro. —¿Por qué está Paula en mi baño?
—¿Pedro? Respóndeme, maldición —gritó Carolina.
Alejó el teléfono de su oreja y cerró sus ojos. Tal vez esos seis Jacks y Coca-Colas no fueron la mejor idea. —La jodí, ¿bien? ¿Es eso lo que quieres oír, Caro?
Ella se quedó en silencio.
—¿Está realmente en el baño llorando?
—Claro que lo está haciendo. Me lo dijo, lo mejor que pudo, sobre Julieta. Maldita sea Pedro, esa chica era una ruina. No tenía ni idea que la seguías viendo después de todos estos años.
—-Sí… bien… —Se pasó una mano por la nuca. Carolina conoció a Julieta hace unos años cuando salían. Cesar con la mirada le preguntó a Pedro si quería otro trago. Pedro lo alejó—. Soy bastante estúpido, ¿huh? —Puso su vida en suspenso, apenas salía, no hizo nada que no fuera ir al trabajo y visitar fielmente a Julieta cada domingo, simplemente porque sabía que eso la animaba. Y cuando todo el asunto de Lucas surgió, se olvidó por completo de ella. Nunca había olvidado antes un domingo. Nunca.
Carolina suspiró. —No dije eso. Pero Jesús, Pedro, no puedes tomar la responsabilidad de salvar a cada chica que conozcas. Y Paula no lo necesita. Ella necesita tu amor.
—No me digas qué necesita Paula. Sé lo que necesita —dijo, la ira burbujeaba en su interior. Agarró la barra hasta que sus nudillos se pusieron blancos evitando la tentación de golpear algo.
—Escucha, me tengo que ir. Paula acaba de salir.
—Déjame hablar con… —La comunicación se cortó.
¡Joder! Tiró su teléfono en la barra delante de él. Cesar lo miró con precaución. —¿Esa fue Paula?
—No. —No mencionó que fue Carolina, porque cada vez que decía el nombre de Carolina, Cesar quería jugar a las veinte preguntas con él. Estaba a punto de decirle que todo iba bien —podría preguntarle a su hermana— pero se imaginó que era mejor hacerlo sufrir un poco más. Pedro intentó ponerse de pie, agarrando la barra por apoyo.
Cesar negó con la cabeza. —Te llamaré un taxi. Para que lleve tu culo borracho a casa.
—No estoy borracho. —Arrastró la palabras. Bien, quizás un poco—. Sí, está bien —admitió.
Cesar golpeó el hombro de Pedro, apoyando su mano allí. —Creo que estás enamorado de ella, hermano.
No es útil. ¿Por qué todos dicen eso? Pedro se encogió de hombros para alejarse de él y se fue a esperar su taxi.
Subió las escaleras, agarrando la pared por apoyo. Tomó el pomo de la puerta, lo encontró desbloqueado y entró. Carolina y Paula estaban en la mesa del comedor. Ver los ojos hinchados y rojos de Paula era como un puño en su intestino. Todo el aire se escapó de sus pulmones. Él le hizo esto.
—¡Pedro! ¡No deberías haber conducido! —gritó Carolina, saliendo de la mesa para darle un puñetazo en el hombro. Tampoco había ninguna tolerancia para los conductores ebrios después de la forma en que sus padres fueron arrancados de ellos.
Levantó las manos en señal de rendición. —Tomé un taxi, relájate. —Rodeó a Carolina, dirigiéndose directamente a Paula como si fuera una luz al final de un túnel, su faro en la oscuridad. Él había estado tratando de salvar a todos, sin embargo, fue Paula la que le enseñó a él. Su compasión, su genuina naturaleza siguió su nivel. Ella era todo lo que necesitaba. Y había estado tan equivocado. No necesitaba ser salvada, él lo hacía. Sabía sin duda, que se arrastraría, suplicaría, le prometería el mundo, si ella lo escuchara.
Paula lo miró con ojos cuidadosos y con un suspiro tembloroso.
—Necesitamos hablar. —Su voz era gruesa, haciendo eco en toda la habitación.
Carolina se interpuso entre ellos con las manos en las caderas. —No creo que eso suene como una buena idea ahora. Estás borracho, Pedro.
Sin quitar los ojos de Paula, murmuró la única palabra que se le ocurrió. —Por favor.
Paula asintió levemente y lo siguió a la oficina de Carolina. Se sentó en la silla de cuero. Pedro se apoyó en el marco de la puerta, odiando no poder tomarla en sus brazos. Odiaba que ya no lo necesitara por apoyo y comodidad, y que él fuera la fuente de su dolor.
—Paula, lo siento, siento no alejar a Julieta.
Levantó la mano. —No digas su nombre.
Mierda. Sus piernas temblorosas cedieron y se deslizó por la pared hasta sentarse en el suelo. Dios, necesitaba pensar. ¿Cómo se pedía una segunda oportunidad a la chica que significaba todo para él?
—¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? —preguntó Paula, entrecortadamente—. Me siento como una total idiota. Me humillaste,Pedro. Pensé que teníamos algo especial… no tenía idea de que… —Se detuvo en seco, respiró profundo y lo mantuvo. Podía ver que trataba de no llorar otra vez. Se odiaba a si mismo aún más.
Levantó la vista. La tristeza ardía en sus ojos verdes, haciéndolos más brillantes por sus lágrimas. —Tenemos algo especial. No me abandones, Paula. La jodí a lo grande, lo sé. Pensé que hacía lo correcto al continuar viendo a Ju… ella, pero tienes razón, ¿de acuerdo?
Una sola lágrima escapó y rodó por su mejilla. Pedro cruzó la habitación de rodillas, tomó su cara entre sus manos y limpió la humedad con sus pulgares. —Lo siento demasiado, Paula. Por favor, no llores. Por favor, nena. —Aún no estaba cerca de rogar, si fuera eso lo que hacía falta.
—Me mentiste. Te ibas cada domingo para verla mientras yo esperaba por ti.
El dolor en su rostro lo golpeó. ¿Y si ella no lo podía perdonar? Él haría cualquier cosa, pasaría la vida tratando de volver a ganar su confianza.
—Lo sé. Y debí decírtelo, estaba demasiado destrozado como para saber qué hacer. —Su corazón latía erráticamente en su pecho—. Pero tú eres a quien amo, Paula.
Sus ojos se abrieron. —Estás borracho. No digas eso.
—Estoy borracho pero, ¿crees que recién ahora me di cuenta de que te amo? Comencé a hacerlo en el momento en que te vi. Entonces viniste a casa conmigo y a pesar de que ha sido un desastre, te hiciste cargo de mi cocina, me cocinabas, me cuidaste cuando tuve gripe, y, ¿la primera vez que hicimos el amor? —Luchó contra un escalofrío al recordar—. Nunca ha sido así para mí antes. Estoy enamorado de ti, Paula. Desesperado y completamente. Te pertenezco, nena.
Su boca hizo una pequeña sonrisa y luego tragó. Anhelaba besarla, pero no sabía si eso estaba permitido. Él nunca había tenido que humillarse antes. Siempre había sido el que terminaba las relaciones, nunca el que buscaba.
—Y le expliqué a Julieta que ambos necesitamos seguir adelante. No voy a verla nunca más. Soy tuyo. Te pertenezco, Paula. Siempre lo hice. —De repente parecía bastante apropiado que él estuviera de rodillas ante ella.
Dos latidos pasaron y Paula seguía callada, con sus ojos fijos en él. Se llevó la mejilla a su barba incipiente y la mantuvo allí. —Sabía que estaba enamorada de ti, pero cuando vi a… ella… y me enteré que la veías a mi espalda todo este tiempo, me destruyó.
—No. —Puso su mano sobre la de ella, tocando su piel—. No digas eso. No puedo soportar saber que te he hecho daño. Por favor, déjame arreglarlo.
—Déjame terminar. —Enderezó sus hombros, como si cambiara su postura con un pequeño movimiento—. Solo te he conocido por un pequeño tiempo, pero te introdujiste en mi corazón. Te convertiste en todo para mí. Toda mi vida antes de ti se alejó, y tuve la oportunidad de ser yo, de convertirme en lo que quería. Me ayudaste, sin ninguna motivación egoísta. Y probablemente no debería, pero confío en ti. Siempre he confiado en ti, desde el principio. Si dices que ya no la ves, creo en ti. Pero no te atrevas a romper mi confianza de nuevo.
Sonrió, disfrutando la fuerza que escuchó en su voz. Ver su confianza y crecimiento era sexy. Apartó el cabello en su cara llena de lágrimas, ansiaba besarla, para quitarle todo su dolor. Deja de pensar con tu pene, imbécil. —Odio haberte hecho sufrir. Odio verte así —admitió, su pulgar trazando círculos gentiles en su mejilla.
La mirada de Paula se intensificó. —A pesar de que estaría con el corazón roto sin ti, Pedro, no se romperá como el de Julieta. No soy ella. No quiero que camines sobre cáscaras de huevo a mí alrededor, o que tengas miedo de decirme cosas porque crees que no me gustarán. Si vamos a tener una relación, tenemos que estar en igualdad de condiciones. Quiero ser tu pareja, no tu proyecto.
Pedro permaneció en silencio por varios segundos, trabajando para entender su súplica. —Sé que no eres ella. Eres una mujer asombrosa, fuerte e increíble que tiene el mando completo de mi corazón, demonios, de todo mi cuerpo. Nunca he amado a alguien como lo hago contigo, Paula. Eres todo para mí, y quiero protegerte de toda la mierda de mi pasado. Tampoco quiero un proyecto, pero siempre seré tu protector. Así es como estoy hecho, nena. No dejaré que nada ni nadie te haga daño.
Asintió. —Está bien. Sólo quería que lo entendieras. No puedes romperme de esa forma, así que no me ocultes las cosas. Si esto va a funcionar, tienes que comunicarte conmigo con total honestidad.
—Puedo hacer eso. —Sonrió, y la mirada de Paula se acercó a su boca—. ¿Nena? —preguntó, acercándose, sus ojos parpadeaban entre sus ojos y sus labios.
—¿Sí? —Su voz se sentía como un respiro. El efecto de su cercanía era mareador, embriagante.
—Si quieres completa honestidad… necesito besarte ahora.
Paula humedeció su labio inferior y Pedro se inclinó, cerrando sus bocas en un beso apasionado.
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Me encanto!!! Buenisimos los capitulos!!!
ResponderEliminarMuy lindos los 2 capítulos! Muy maduras la actitud y las palabras de Paula. Ojalá siga todo bien!
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