lunes, 3 de marzo de 2014
CAPITULO 6
Sobre las humeantes tazas de café en una cafetería cercana, Pedro intentó una pequeña charla, pero principalmente se sentaron en un cómodo silencio. Paula parecía distraída y sombría. Se preguntó si contaba los minutos hasta que tuviera que regresar a esa casa, y temiéndolo tanto como él lo hacía. —¿Tienes alguna familia con la que puedas quedarte? —preguntó finalmente.
Una profunda mirada abrasadora comunicó su necesidad. Las peores suposiciones de Pedro se habían demostrado correctas… estaba completamente sola. Tragó saliva y negó con la cabeza. —Mi madre murió cuando yo tenía quince años, y nunca conocí a mi padre. Supongo que podría encontrar a alguna de las mujeres del grupo de Jorge, pero no sé...
—¿Tienes hambre? ¿Has comido? Podríamos pedir algo. —Pedro no podía dejar de acribillarla con preguntas.
Mantuvo la mirada abatida y sacudió la cabeza. —Estoy bien. —Paula se sentó en silencio en su asiento, sus delgados dedos enrollados con fuerza alrededor de la taza de café.
Pedro deseaba que hubiese algo más que pudiera hacer por Paula. No estaba seguro de qué decir, cómo ayudar, así que se sentó silenciosamente frente a ella sorbiendo su café.
Para el momento en que llegaron a la casa de nuevo, la oscuridad había cubierto el cielo. Pedro se estacionó, apagando el motor. —Te acompaño.
La casa en sí era grande, pero mal cuidada. El mobiliario era viejo y desigual, la alfombra beige manchada y raída. Pedro no vio mucho del primer piso, además de una sucia sala de estar, antes de que lo llevara arriba. Había varias puertas cerradas a lo largo del pasillo. Paula se detuvo en la segunda puerta a la derecha. Buscó la llave entre sus dedos, haciéndola sonar contra la puerta de madera. Después de tres intentos fallidos para abrirla, Pedro las sacó de su temblorosa mano, y hábilmente abrió la puerta.
Lo primero que notó fue el olor —la habitación olía a calcetines de gimnasia mojados. Paula encendió la luz y dio varios pasos en la habitación. Un estrecho catre en el suelo y una silla en la esquina con extraviados artículos de vestir eran los únicos muebles.
Mierda. No podía dejarla aquí, ¿verdad?
Paula dio un paso más cerca, envolviendo los brazos alrededor de la cintura y metiendo la cabeza bajo su barbilla. —Gracias —susurró.
Su entusiasmo por el contacto físico lo sorprendió, pero sólo dudó un momento antes de envolver sus brazos a su alrededor. Pedro palmeó su espalda, odiando que sus intentos por tranquilizarla fueran torpes e incómodos. Nunca había sido bueno en esta clase de cosas: las emociones, la mierda sentimental. Tal vez su presencia sería suficiente para calmarla. Y aunque no sabía cómo demostrarlo, se sentía protector. No iba a permitir que nadie le hiciera daño. Si alguien siquiera la miraba de manera incorrecta, Pedro patearía su trasero. La sostuvo durante varios minutos hasta que los latidos de su corazón se redujeron a la normalidad, y se salió de sus brazos.
Sus ojos destellaron entre sí a los sonidos de una discusión en la habitación de al lado. Voces enojadas llegaban a través de las delgadas paredes. Otra discusión. Pedro y Paula se miraron.
—¿Segura de que estarás bien?
Asintió, con expresión solemne.
—Aquí está mi tarjeta. —Sacó la tarjeta de su billetera y la puso en su temblorosa mano—. Llámame si necesitas algo.
Paula se quedó callada, mirando a la tarjeta, pasando su pulgar por las letras en relieve.
—Cierre la puerta cuando salga, ¿de acuerdo?
Asintió con fuerza, succionando su labio inferior en su boca, como si hubiera algo más que quería decir, pero se detuvo.
Pedro salió de mala gana. Sabía que se hacía tarde, y por mucho que le dolía dejarla, no podía posponerlo más. Estaba seguro de que cruzaba una especie de línea profesional, incluso estando aquí. Esperó fuera de la puerta hasta que escuchó el pestillo deslizándose en su lugar, el sonido no tan tranquilizador como hubiera deseado.
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Buenísimos los 2 capítulos! Q no la deje ahí! ese lugar parece peor que el que estaba antes!
ResponderEliminarbuenisimos los capítulos,seguí subiendo.
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