jueves, 13 de marzo de 2014

CAPITULO 30


Pedro y Paula disfrutaban una tarde de sábado perezoso cuando un fuerte zumbido que provenía del intercomunicador atrajo su atención. —¿Estás esperando a alguien? —preguntó Paula.
Pedro sacudió la cabeza. No le gustaba la idea de que alguien interrumpiera la burbuja privada que él y Paula había creado las últimas semanas. Presionó el botón en la pared. —¿Sí?
Una pausa crepitó a través del altavoz. —Uh, sí, mi nombre es Lucas. Estoy buscando a Paula.
Pedro se dio la vuelta para quedar frente a Paula. Su rostro se había puesto pálido y sus manos temblaban. Lentamente negó con la cabeza, llevándose un dedo a los labios.
¿Cómo demonios Lucas había rastreado a Paula hasta aquí? Pedro le dio un asentimiento de cabeza rígido y presionó el botón de respuesta para contestarle. —Lo siento, nadie con el nombre Paula vive aquí.
Tomó toda su fuerza de voluntad para no bajar corriendo las escaleras hasta el vestíbulo para enfrentar a ese cabrón. En vez de eso se dio la vuelta hacia Paula. —¿Estás bien?
Sus ojos permanecieron en los de él, llenos de intensidad.
—No puede oírnos Paula.
Respiró temblorosamente. —Es sólo que… es probablemente estúpido de mi parte, sólo no quiero verlo en este momento. No le va a gustar que esté viviendo aquí contigo. No quiero lidiar con él.
Pedro fue a su lado, poniendo una mano en su hombro. —No es estúpido. Tú no tienes que enfrentarlo. Estás a salvo aquí, ¿de acuerdo? —Sus hombros se sacudieron y sus manos se frotaron automáticamente por la tensión. No le pasó desapercibido que Paula temía tanto por ver a Lucas como porque explotara viéndola con otro hombre. El pensamiento no le cayó bien. Pedro no había estado en una pelea de puños apropiada por una chica desde el sexto grado, pero no iba a dudar ahora si la ocasión lo requería.
Ella asintió. —Gracias, Pedro. Por todo.
Pedro la envolvió en sus brazos, inseguro de cómo reconfortarla. Odiaba que Paula tuviera una historia con ese fenómeno, y que hubiera crecido alrededor de hombres con sistemas de creencias jodidas. Deseaba poder protegerla con un escudo de todo, pero se conformaba con abrazarla, y por su parte, Paula se aferró a él como si fuera el último árbol en pie en medio de una tormenta eléctrica. Le rompía el corazón, y renovó su decisión de protegerla de una buena vez.


Esa noche, cuando Pedro estaba vestido en vaqueros oscuros y en su camisa de botones azul clara, supo que necesitaba decirle a Paula de su cita con Sara. Se roció con el aerosol de su raramente usada colonia en el cuello, y pasó las manos por su cabello en un intento de ordenarlo. No había pensado mucho en salir con la chica cuando Carolina vino con la idea. Y aunque habían pasado tan solo unas semanas desde que aceptó la cita, de algún modo se sentía más cercano a Paula. Tal vez era el verla con Patricio, o que no volvió a discutirle que se acurrucaran en las noches, o porque la otra noche se sintió como una cita entre ellos, pero cualquiera que sea la razón, se sentía extraño decirle.
La encontró en la sala de estar, con sus rodillas en el pecho en el sillón. —Oye, Paula. —Ella se dio la vuelta para verlo, acunando a Renata en sus brazos—. Saldré en un rato. No necesitas hacer la cena está noche. —Se preguntó lo que Paula pensaría acerca de que fuera a una cita. Y si iba a tener las bolas para decirle.
—Ah, está bien. Puedo comer algo de los restos de la pizza de anoche. Y Renata y yo probablemente veremos una película.
—De acuerdo. Recuerda mantener la puerta con seguro.
—Lo haré. —Prometió—. ¿Pedro?.
—¿Si?
—¿A dónde vas?
Vaciló sólo un segundo. No podría mentirle a Paula. Además era libre de tener citas. —Mi hermana me organizó una cita a ciegas.
—Ah. —Su labio inferior sobresalió ligeramente—. ¿Pero te veré más tarde, cuando llegues a casa?
—Sí. —le aseguró—. Estaré de vuelta más tarde en la noche.
Se mantenía tácito entre ellos, pero ambos sabían que estarían durmiendo juntos en su cama después.


Se puso en camino para cumplir su cita con Sara en el bar. Hubiera preferido recogerla, pero como Carolina le recordó, las chicas no dejan que hombres que no conocen las recojan. Podría ser algún acosador despreciable, y entonces tendría su dirección. Le aseguró que no iba a empezar a acosar a su amiga del yoga, pero eso sólo permitió que Carolina empezara otra ronda de diatribas de que él obviamente no tenía citas lo suficiente para saber las reglas mínimas.
Cuando Pedro entró al bar buscó a Cesar primero. La mayoría de veces podía encontrarlo detrás de la barra, proporcionando un segundo par de manos al cantinero en vez de sentarse a solas en su oficina al fondo. Y esa noche no era la excepción.Cesar asintió una vez que vio a Pedro al otro lado del lugar. Era su último amigo soltero, pero ciertamente no le hacía falta la compañía femenina siendo el propietario de un bar popular. Era conocer chicas valiosas lo que se le dificultaba. Pedro sabía que si Cesar conociera a la chica indicada, no se opondría a sentar cabeza. Él y Cesar habían sido amigos por 20 años. En la universidad, a menudo ambos engañaban a las chicas haciéndoles pensar que eran hermanos. Ambos eran un par centímetros más altos del metro ochenta y tres, con cabello oscuro y cuando ninguno se afeitaba por unos días, algo que Cesar a menudo se descuidaba en hacer, adquirían un misterioso parecido.
Pedro respiró frustradamente. No estaba seguro de cómo iba a encontrarla. Vio dos mujeres solteras al final del bar. Una era una rubia sensacional, hermosa desde las piernas hasta sus tetas. Su hermana no lo amaba tanto. La otra mujer era una castaña simple, con un par de kilos de más y anteojos tan grandes, que pertenecían a otra década. Sacudió su cabeza, preguntándose si sólo se podía escabullir antes de que ella lo viera. Maldita Carolina. Lo metía en mierdas como está usando la frase: “Bueno, pensé que era linda.” Para limpiar su conciencia.
Tomó aire profundamente. Un trago. Podía hacerlo. Un trago jodidamente fuerte. Echó una última mirada nostálgica a la preciosa rubia y se acercó a la castaña en su lugar. —Hola, tú debes ser Sara.
Su cara se frunció en confusión. —No, lo siento.
Su cabeza se giró y se encontró con los ojos de la rubia mientras una lenta sonrisa se extendió por su cara. Carolina, después de todo, lo amaba.
Dejó a la castaña mirando en su dirección y se acercó a la rubia. —Por favor, dime que tú eres Sara.
Ella sonrió. —Pedro, ¿presumo?
Querido Dios, tenía acento australiano. Su hermana realmente lo amaba.
Se deslizó junto a ella y cada uno ordenó un trago. Sara conocía a su hermana del yoga, pero Carolina no había mencionado que era la instructora. Compartieron algunas risas sobre los accidentes torpes de Carolina en el yoga, hablaron acerca del lugar en el que había crecido en Australia, y él la hizo reír con su pobre intento de acento australiano.
Un trago se convirtió en dos, y después en tres. Era extrovertida, coqueta y sexy como el infierno. Ese acento lo tuvo con media erección toda la noche. Al principio se sintió culpable por dejar a Paula sola, pero mientras el alcohol iba suavizando su humor, pensó que tal vez algún tiempo alejados les podría hacer bien a ambos. Necesitaba independizarse de él, y el Señor sabía que necesitaba sacarla de su mente.
Cuando Sara se excusó para ir al sanitario, Pedro hizo un balance de cómo avanzaba la noche. Se entendían bien, y había empezado a inclinarse hacia él, poniendo su mano en su muslo mientras se reía, o encontraba otras maneras de rozarse contra él, como presionar sus senos contra su brazo cuando estiraba la mano para tomar un trago del fondo de la barra, Pedro se preguntó si estaría dispuesta a continuar las cosas de regreso a su casa.
Sara regresó con una nueva capa de brillo rosa en sus labios y una sonrisa seductora. Descubriendo que su paciencia y modales habían desaparecido junto con su último trago, Pedro se puso de pie y la puso contra él. —Vamos a algún lado —susurró cerca de su oído.
Ella sonrió un poco, sus ojos bailando en los de él. —¿Qué tienes en mente? —Una sonrisa juguetona permanecía en su boca.
—Algún sitio donde podamos estar solos. —Sin esperar a que respondiera Pedro tomó su mano y la sacó del bar. Esperaron en la acera, con los brazos de Sara envueltos alrededor de su cintura
—Y yo que pensé que eras un buen tipo. Tú hermana te tiene por algún santo. Pensé que está noche iba a ser completamente tediosa.
—No lo tiene que ser. —Se inclinó y presionó un suave beso en su boca, poniéndola a prueba. Ella envolvió los brazos alrededor de su cuello, acercándolo aún más. Maldición, necesitaba esto, necesitaba la distracción antes de que hiciera algo con Paula de lo que pudiera arrepentirse.
—Tengo compañeros de habitación. No podemos ir a mi casa. —Susurró ella.
—Eso está bien, seremos silenciosos —dijo en medio de besos. Bueno él lo seria, no podía decir lo mismo de ella, ya que esperaba hacerla gritar.
Puso una mano contra su pecho. —No puedo, sexy. Comparto habitación con Emma. Me mataría si llevo un chico a casa otra vez.
¿Otra vez? Se preguntó qué tan seguido hacía esto, pero lo dejó pasar. Pedro supuso que él también tenía una compañera de habitación, aunque no tenía ni idea de cómo explicar lo de Paula.
—Vamos a tu casa. —Sugirió Sara, colocando una mano sobre el ya endurecido bulto en sus pantalones y le dio un apretón.
Pedro accedió a regañadientes. Bueno, no tan a regañadientes. La sola idea de echar un polvo y empujar a Paula en el rincón más lejano de su mente, aunque fuera unos 30 minutos, sonaba demasiado bien para dejarla pasar. Sólo esperaba que Paula no estuviera en su cama. Primero inspeccionaría su apartamento, diablos y si era necesario, se follaría a Sara en su camioneta.
Pedro se dio cuenta de que no estaba en condiciones de manejar. —De acuerdo, vamos tomaremos un taxi.

4 comentarios:

  1. Qué? en serio piensa llevársela a la casa? debe estar muy borracho para pensar que está bien! Buenísimos los capítulos!

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  2. Qué mal!! Será que Paula se va a ir de la casa de Pedro? Intuyo que Lucas la secuestró!!! Ojalá noooo! Muy buenos capítulos!!

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  3. Nooo que mal!!!ojala pedro piense antes de actuar y no lastime a pau.

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  4. Mapa q Pedro metió la pata, Paula se puede ir con Luchas para no moleatarlo. :(

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