sábado, 15 de marzo de 2014
CAPITULO 34
Ese domingo, como todo domingo, Pedro se preparó para visitar a Julieta. No era tanto como si él quisiera ir, era más como que estaba obligado. No rompería su cita semanal simplemente porque no sentía que quería ir. Su relación era demasiado complicada.
Se vistió informalmente, con vaqueros y un polo. Pero añadió colonia a su cuello sólo porque sabía que la haría sonreír.
—Paula, tengo que salir por un rato. ¿Estarás bien?
Paula cruzó sus brazos sobre su pecho y lo observó mientras se deslizaba en un par de desgastados mocasines. —Por supuesto. Estaré bien.
—No tardaré mucho.
Ella echó un vistazo alrededor del silencioso y vacío apartamento con el ceño fruncido. Pedro sabía que probablemente no era posible para ella sentirse en casa en su escueto apartamento de soltero. Estaba acostumbrada a la ruidosa y constante compañía de vivir con cuarenta personas. El silencio se extendió entre ellos y cada uno se rehusó a romper el contacto visual. Estaba feliz de que no preguntara hacia dónde se dirigía. No disfrutaría mintiéndole. —Estaré fuera por una hora o así.
Una vez afuera, la luz del sol brillaba intensamente, repartiendo excesivamente alegres halos para la ocasión. El viaje sólo le tomó diez minutos y Pedro aparcó delante del edificio, con un nudo familiar de ansiedad situándose en su estómago. Siempre se sentía sucio cuando llegaba allí, pero sabía que cuando se marchara, sentiría el alivio que tanto ansiaba, aunque fuera breve.
Cuando regresó por la tarde, Pedro encontró a Paula en su habitación con ropa cubriendo toda su cama y Renata posado en una almohada supervisando. —¿Qué estás haciendo?
Paula miró hacia arriba pero continuó su tarea. —Sólo escogiendo un atuendo para nuestra cita. Quiero decir, mi cita con Patricio esta noche.
¿Ella aún quería ir a su cita con Patricio? ¿Incluso después de que la había tocado? Si pensaba que había cambiado cualquier cosa entre ellos, se equivocaba. Era extraño darse cuenta de eso, pero suponía que ella solo necesitaba la liberación física igual que él. Tan simple como eso. —¿Es esto lo que quieres, Paula?
Lo estudió por un momento, abandonando su tarea con los vaqueros y mallas. —Carolina pensó que sería lo mejor para mí, nunca he estado en una cita antes.
Oh, Carolina pensaba que estaba bien. Maldita Carolina entrometida. Aunque suponía que estaba bien para ella hacer cosas que cualquier chica de diecinueve años haría. Asintió, estaba de acuerdo.
El resto de la tarde transcurrió con una pequeña conversación. Si hubiera podido gruñir y apuntar, lo habría hecho. Si Paula no reconocía lo que sucedía entre ellos, él tampoco lo haría. Debió haber estado más borracha de lo que debía esa noche. Había sido un error tocarla como lo hizo, tomar ventajas. No sucedería de nuevo, no importaba lo que su polla insistentemente pedía cada vez que ella se encontraba cerca.
Más tarde se reunieron con Patricio y Lorena, su madre excesivamente hambrienta sexualmente, en su apartamento para un trago antes de su cita. Lorena lo saludó con un beso en ambas mejillas y un apretón en el trasero. Sabía que estaría alejando sus manos de él toda la noche. No es como si le molestara un apretón por allí o allá, sólo no quería poner a Paula en una posición incómoda. Porque estaba seguro como la mierda de que él no iba a estar bien con las manos de Patricio sobre Paula. Sólo pensarlo enviaba su humor hacia el sur. Patricio era de su edad; Pedro sería feliz si fueran amigos. Pero el pensamiento de otro hombre tocándola lo hacía estremecerse.
Patricio miró a Paula de arriba abajo, y Pedro maldijo a su hermana una vez más por el provocativo y pequeño atuendo que le había escogido. No había esperado que su hermana comprara tanta ropa sexy para Paula. Y con fragrantes gel de ducha y loción, su maldito baño olía como una chica. No estaba acostumbrado a eso. Aunque inspeccionándola más de cerca, vestía unos oscuros vaqueros ajustados y una blusa turquesa de seda que se hinchaba en su esbelta figura, suponía que no era del todo provocativa. Era sólo Paula. Era preciosa. Seguiría siendo preciosa si solo vistiera un saco de arpillera.
Paula se movió nerviosamente, tirando el dobladillo de su blusa bajo la inspección de Patricio. Pedro no dudaba que desconocía su belleza, el poder que tenía sobre un hombre. Pero había florecido en una hermosa joven, y odiaba que nadie le hubiera dicho eso.
Lorena estaba excesivamente maquillada, vistiendo un muy ajustado vestido negro que apenas cubría su trasero y tacones tan altos que se balanceaba cuando caminaba. Se esforzaba mucho. Después del intercambio de saludos, y Lorena adulando a Paula, se dirigieron a la cocina.
—¿Qué puedo servirles, chicos? Tengo cervezas, vino…
—Paula no tiene veintiuno —puntualizó Pedro.
Lorena lo despidió con un ademán de su mano. —Oh, relájate, todos vamos a tener un poco de diversión esta noche —Lorena le tendió a Paula un vaso con vino—. ¿Siempre estás así de tenso? —preguntó, tendiéndole a Pedro una cerveza—. Tendremos que trabajar en ello.
—Recuerdas que trabajo en el FBI, ¿cierto?
Lorena soltó una risita, sacudiendo su cabeza y descartando su comentario. Paula bajó la mirada y aceptó el vino, pero Pedro podía ver el indicio de una sonrisa en su rostro.
Le dio un sorbo a su cerveza en silencio, sus ojos siguiendo los movimientos de Paula. Le contó todo sobre Renata y su reciente compra impulsiva con Carolina. El pobre Patricio no tenía idea de cómo conseguir entrar en la conversación, y Pedro no lo ayudaba. Cabrón. Sólo se recostó y disfrutó escuchando a Paula. Se sentía más a gusto, un poco más segura con cada día que pasaba, su rostro iluminándose como un rayo.
Después de que bebieran, se dirigieron al aparcamiento. El Tahoe de Pedro era lo suficientemente grande para viajar juntos. Antes de llegar al coche, Paula se inclinó cerca de su oído. —¿Vas a invitar a Lorena más tarde?
Se volvió para estudiarla. —No. No haré eso de nuevo, Paula. Seremos sólo tú y yo está noche.
Sus hombros se relajaron visiblemente, y subió al asiento trasero junto a Patricio. Pedro estaba agradecido de que pudiera mantener un ojo en las cosas por el espejo retrovisor, y se dio cuenta de que Paula atrapaba su mirada más de una vez.
Comieron en un restaurante mexicano, los cuatro apretujados en una cabina. Tenía que aplaudir a Patricio; abrió la puerta, fue atento y amable con Paula hasta cierto punto. Lo que estaba mal, porque Pedro esperaba la oportunidad de arrastrar y patear su trasero. Aunque suponía que si hacía eso, obtendría una reprimenda de Carolina por arruinar la primera cita de Paula. Siempre y cuando Patricio no cruzara la línea, no tendría que preocuparse por eso.
Cenaron tacos, guacamole y salsa. Lorena ordenó una jarra de margarita y empujó un vaso con la mezcla cubierta de hielo hacia Paula. Después de unos cuantos sorbos se reía más de lo que la había visto reír y sabía que el tequila surtía efecto. Patricio utilizó la oportunidad para acercarse a ella. Pedro mantuvo un ojo en ella mientras cenaba, y encontró que su mirada atrapaba la suya cada pocos segundos también.
Sus vigilantes ojos estaban en ella, calmándola, proporcionándole confianza.
Trataba de prestarle atención a Patricio, lo hacía, pero Pedro, tratando de comer delicadamente su taco a la parrilla de camarón, era demasiado distractor. Nunca había sabido que era realmente importante, pero se encontró a sí misma notando y apreciando los buenos modales en la mesa de Pedro. Patricio, en comparación, lucía como si estuviera compitiendo por el título de comer rápido, embutiéndose un gran burrito en su boca y tratando de entablar una conversación con ella al mismo tiempo.Pedro se tomaba su tiempo, deteniéndose para participar en la conversación con Lorena, dando toquecitos a su boca con una servilleta. Paula no estaba segura de porqué, pero ver a Pedro fuera de casa le fascinaba.
Lorena se inclinó cerca de Pedro, robando un nacho de su plato. Se inclinó una segunda vez, rozando su cuello y diciéndole que olía bien. Mío. El pensamiento saltó en su mente, espontáneamente. Paula trató de centrarse en su comida, pero su mente seguía deambulando a lo que pasaría más tarde, cuando tuviera a Pedro todo para ella. Se preguntaba si tendrían una repetición de la última noche. No podía dejar de admirar su boca, recordando cuán suaves se habían sentido contra la suya.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muy buenos capítulos!!
ResponderEliminarBuenisimos los capitulos,segui subiendo!!!
ResponderEliminar